viernes, 10 de julio de 2009

(5) Por la diminuta costa eslovena


Eslovenia es en la práctica un país interior con una única vía de escape marítima de 47 kilómetros de costa. Esta mínima franja costera cuenta con unas pocas ciudades con una evidente influencia italiana. De hecho, todos los carteles están en ambos idiomas y en la mayor, Koper o Capodistria, según el idioma que se utilice, que también es la mas próxima a Italia, todos los edificios municipales exhiben las banderas eslovenas e italianas. Como recogen los libros de historia, la península de Istria, perteneciente en su mayoría a Croacia, la franja eslovena y Trieste y sus alrededores comparten una historia común que solo los avatares políticos han separado. Viendo el mapa queda claro que la adjudicación de Trieste a Italia dejó limitada la salida al mar de Eslovenia de forma parecida a lo que representa Kuwait para Irak, pero bueno, sus razones tendrían y no parece que en los tiempos actuales de la Unión Europea ello represente problema alguno.
El jueves dedicamos la jornada a recorrer al costa en la confianza de encontrar allí mejor tiempo.

En la foto del porche estamos a punto de salir poniendo al mal tiempo la mejor de las caras que para eso estamos de vacaciones. Aquí llueve casi a diario y por las noches caen unos aguaceros de impresión y la temperatura es mas bien fresca. De hecho, el domingo al llegar cenamos con nuestros anfitriones en el porche, pero de momento no ha sido posible repetir. Camino de la costa volvió a llover pero después salió el sol y disfrutamos incluso de un día caluroso en el que debimos llegar a los treinta grados.

Empezamos por Piran, un pueblito encantador situado en un pico de tierra que se interna en el mar y, como Koper, con una historia más que milenaria. Lo primero que hicimos fue recorrer unas murallas.

Carlos y Juanma aparecen aquí en el balcón de la muralla.

Piran cuenta en su entrada con una plaza central presidida por edificios oficiales (palacio de justicia y ayuntamiento) que dan prueba de su pasado esplendor.

En el centro la estatua del músico Tartini (Tartinijev en esloveno), oriundo de la villa y del que nuestra hija Milena tocó en su dia algunas piezas. A partir de la playa y hasta la punta el pueblo es un dédalo de calles estrechas configuradas un tanto a capricho y tan próximas unas a otras que era preciso usar carretillas para transportar cualquier mercancía.
En una placita estaban rodando una película con vecinos vestidos como unas décadas atrás en plan extras.

Por lo demás, el pueblo es encantador con algunas casas típicas venecianas.

Llegamos a la punta y comprobamos que lo de bañarse aquí no es fácil: no hay playas en general y los pocos espacios que se le parecen están llenos de piedras. Por eso alguna gente disfrutabao del mar en la escollera, donde habían instalado una plataforma para facilitar el acceso.

Carlos decidió remojarse mientras los demás nos tomábamos unas cervezas antes de volver a la plaza. Desde allí iniciamos el camino a pie hasta la vecina Portoroz, distante tres o cuatro kilómetros. Hacía ya bastante calor y por el camino paramos en una "gostilna" (casa de comidas) para recuperar fuerzas a un precio inencontrable en Espana. Algunos optamos por el kosilo, que viene a ser un menú o plato del día, aunque en muchos sitios no detallan el precio en los carteles. Seguimos luego por un camino por la costa donde se alternaban varaderos para barcos de recreo con hoteles, jardines, cafeterías y tiendas, con los bañistas y veraneantes ocupando cualquier espacio para tomar el sol. Este es un hotel de Portoroz.
Tuvimos claro que el litoral aquí puede privatizarse y la escasa zona de playa estaba en un caso reservada para un hotel u ocupada por tumbonas de alquiler.
Tras un descanso en una cafetería cuyos asientos eran sofás para tumbarse iniciamos el regreso a pie. Volvimos al coche, que habíamos tenido que aparcar en un alto sobre Piran (en el pueblo no había donde dejarlo) y salimos a media tarde para Izola, de menor interés que Piran, pues Portoroz se dedica en exclusiva al turismo y no vimos nada parecido a un casco urbano al uso, aunque si casinos y hoteles por doquier.

Tras dar una vuelta y ver a la gente tumbada en una playa con piedras de tamaño de patatas, casi como si fueran faquires, salimos para Koper en cuya entrada hicimos esta foto.
Es la mayor de las cuatro localidades costeras y también la sede del único puerto esloveno. La ciudad tiene un casco histórico de gran interés de marcado aspecto veneciano. Como Piran fue durante cincos siglos parte de la república de Venecia y el símbolo del león alado se encuentra todavía en numerosos edificios históricos. Según la guía era una isla hasta que en 1825 los austriacos la unieron a tierra firme.

Estuvimos solo un rato, pero lo suficiente para quedar encantados con la plaza de Titov, enmarcada por la catedral, la logia (en obras) y otros edificios de gran interés: la catedral, el ayuntamiento y el palacio del Pretorio.

En el paseo descubrimos otros muchos edificios llamativos pero se estaba haciendo tarde y después de todo el día dando vueltas estábamos cansados y nos quedaba mas de una hora de coche hasta llegar a casa.

Nuestro vehículo, por lo demás, hace el servicio pero a su ritmo. No se cual es su potencia, pero no es fácil pasar de 110 y en las cuestas afloja de inmediato, lo que me recuerda el Citroën 2cv de antaño. En esos casos no es raro que nos adelanten los camiones que casi atascan la autopista a todas horas.

LIUBLIANA POR SEGUNDA VEZ

Como el jueves fue un día agotador, aparte de caluroso, hoy viernes nos lo hemos tomado con mas calma. Para ello volvimos a Liubliana a fin de que Carlos y Maribel la conocieran.
De nuevo dimos un paseo por el centro con la suerte de que la lluvia que nos acompañaron al principio no fue a más.

Recorrimos la zona del río de nuevo y realizamos la ascensión al castillo que domina la ciudad totalmente dotado de elementos modernos y salas de exposiciones. La foto es de una de ellas.
Y la siguiente de una curiosa escultura.

Pasadas las tres de la tarde elegimos esta vez un restaurante de más nivel donde nos dijeron que a esa hora el kosilo que anunciaban en el exterior ya no estaba operativo. Eso si, lo que comimos estaba muy bueno por lo que incluso pensamos en regresar. Los precios de los vinos embotellados son aquí especialmente caros, como ocurría en Croacia el otoño pasado. Hay poca cosa por debajo de 20 euros y a partir de ahí lo que quieras.
Después nos fuimos dando una vuelta hasta el parque Tivoli, ahora si disfrutando del sol y de una temperatura suave. Acabamos la jornada haciendo la compra en un estupendo super situado en el mismo complejo del párking donde teníamos el coche. Antes, Ana y Maribel no pudieron sustraerse a la tentación de hacer alguna comprita en una tienda especializada en chocolates.

3 comentarios:

  1. Hola chicos, hemos tardado un poco en contestar pero al fin lo hacemos, ya sabéis, las múltiples ocupaciones de los que todavía no estamos de vacaciones.

    La casita y su entorno nos parece de cuento, las excursiones realizadas hasta ahora una maravilla (lástima de lluvia, ya la podíais haber dejado en Galicia), pero en fin a mal tiempo buena cara.

    Seguuid enviando crónicas que se agradecen.

    Un abrazo Jose y Pili

    Recuerdos para Carlos y Maribel.

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