El último da de estancia de Marian nos dirigimos a Trieste, ciudad italiana situada en la frontera de Eslovenia y que en el pasado dio muchas vueltas políticas.
De hecho, hace algunas décadas el 25% de su población era eslovena y su nombre en este idioma, Trst, se ve por todos los lados. Este miércoles nuevamente hacía un calor intenso, como comprobamos al salir del párking en el que dejamos el coche. También notamos otro cambio: la limpieza y el orden que se percibe por toda Eslovenia desparecen en Trieste pese a su cercanía.
Ana y Juanma habián estado en Trieste en el verano de 1998, cuando intercambiaron con Venecia. La imagen que tenían de la ciudad no se correspondía con la encontrada once años después y sin duda la actual es mucho mas favorable. En ambos casos Trieste les recuerda enormemente a Vigo (urbe costera con un puerto importante que ha crecido sobre unas colinas, por lo que en gran parte se encuentra en pendiente).
La población también es similar (algo mayor la de Vigo) y esta vez gran parte de su centro estaba peatonalizado y arregladito, con muchas de sus calles ocupadas por terrazas, casi imprescindibles con el calor húmedo de la costa adriática.
En un recorrido sin plano por la fachada litoral encontramos estas esculturas magnificas que representan a dos costureras.
Los tres nos acercamos a la imponente plaza de la Unidad de Italia, donde se encuentra el Ayuntamiento y allí localizamos la oficina de turismo. Por primera vez en estas vacaciones nos dieron información en castellano.
Tras una vuelta por sus callejas, algunas tipo Toledo por su estrechez, sin duda para defenderse del calor, y tras la obligada visita a los restos del teatro romano,
situado en pleno centro, buscamos un sitio donde comer. Encontramos una terraza a la sombra para luchar contra el calor y, cosa extraña, nos facilitaron una carta que no incluía los precios, algo mosqueante en Italia en general y mucho mas en Trieste, donde Juanma y Ana tenían muy presente la jugada que en 1998 les había hecho un camarero al timarles con la consumición. Una vez aclarados los precios (no entendemos como se puede dar la lista sin cifras), comimos muy a gusto unas pizzas, que por algo estábamos en Italia, y pagamos las cañas a precio de oro. Al marcharnos, las palomas se abalanzaron como locas a los restos de nuestras patatillas, como hacen en el Gregorio de Vigo.
Después de comer nos dirigimos a la catedral y el castillo de San Giusto, situados en un monte dentro de la ciudad que se parece bastante al de O Castro (Vigo).
La cuestita hizo un poco mas duro el esfuerzo, pero mereció la pena. La catedral es un templo excepcional que data del siglo I, aunque lógicamente ha sufrido numerosos cambios y transformaciones.
Su planta es diferente a lo habitual con cinco naves, tiene un interesante techo artesonado en madera pero sobre todo destaca su ábside recubierto de mosaico.
Nos detuvimos un buen rato, tiempo en el que Mariam descubrió que una de sus capillas es un lugar de peregrinación de los carlistas españoles pues allí estan enterrados nueve miembros de esta familia real. Un folleto con versiones en italiano, inglés y castellano cuenta la historia de los enfrentamientos por el trono de España en el XIX, en los que, afortunadamente, los carlistas no triunfaron.
De la catedral pasamos al castillo, desde el que se divisa una vista completa de la ciudad, y desde allí nos dirigimos a buscar el coche. En la imagen inferior, Juanma con la efigie del escritor Alberto Sava, nacido en Trieste.
Marian tenia interés en localizar el castillo de Miramar, un atractivo palacete donde vivió su historia de amor Maximiliano de Austria, fallido emperador de México, país en el que finalmente moriría fusilado, con la emperatriz Carlota.
Se encuentra a unos kilómetros de Trieste por la costa en dirección a Italia (en sentido contrario a Eslovenia) y llegamos poco antes de que cerrara sus puertas a las siete.
Pudimos recorrer los jardines y el exterior, un lugar de gran belleza donde Mariam tiene claro que "solo se puede ser feliz", aunque vete tu a saber.
¿A qué la siguiente parece la imagen de Vigo desde Cangas? De todos modos, sale ganando Trieste.
Desde aquí, avanzada ya la tarde, regresamos a casa.
LOGARSKA DOLINA, UN MAGNIFICO VALLE ALPINO
Hoy jueves madrugamos para llevar a Marian al aeropuerto y decidimos aprovechar el viaje hasta Brnik para conocer un valle que algunas guías consideran de los más bonitos de los Alpes.
Estamos un poco cansados de tanto ajetreo urbano y finalmente Ana decidió dejar de lado su idea inicial de acercarnos hoy a Klagenfurt, la capital de la región austriaca de Carintia, donde hicimos nuestro segundo intercambio en el ya lejano 1991. Para llegar a este valle maravilloso tuvimos que recorrer unos 70 kilómetros de carreteras de segundo orden, aunque el paisaje justificaba el esfuerzo.
Es un lugar de acceso intrincado, tanto que la carretera se interna por Austria para volver a Eslovenia. El valle culmina en unas montanas enormes de mas de 2.000 metros a cuyos pies se extienden bosques y unos prados de un verde exagerado.
Llegamos con el coche hasta el final del valle, subimos una cuesta para disfrutar de una cascada (slap en esloveno), bonita pero con poca agua, y decidimos darnos un paseo andando hasta la entrada del valle, siete kilómetros, y volver.
Así lo hicimos con parada para comer, de nuevo bien y barato, esta vez en un hotel que como las gostilnas tiene la cocina en funcionamiento de la mañana a la noche.
Un poco agobiados por el calor, que combatimos bajo las sombrillas de la terraza del hotel.
En el paseo por el valle encontramos a una gente que estaba haciendo carbón de forma tradicional.
Todo el entorno es parque nacional y se encuentra muy bien cuidado, aunque la intrincada carretera de acceso cierra desde octubre hasta abril, seguramente por la nieve.
A estas alturas del verano, las montañas alrededor exhibían algunos neveros.
La verdad es que fue un auténtico gustazo.
Al acabar, volvimos a casa tras un viaje de hora y media con la intención de dedicar los cuatro días que quedan a actividades tranquilas y que precisen poco coche. Son vacaciones y no hay que pasarse de esfuerzo.